La contadora y los Libros (Parte IV)



El tendero se había ido hace mucho y la contadora no parecía regresar pronto. Cerré los ojos para refugiarme en la oscuridad. "Niña, despierta ya, es hora de escribir". Sentí revivir, abrí los ojos de golpe y solté de nuevo el aire que tenía contenido para morir, la contadora tenía entre los brazos una máquina de escribir antigua y unas mil hojas encima de la pesada máquina, con un gemido de esfuerzo la acomodo en el piso donde yo me senté para abrazar mi soledad. "Y bien...escribe niña" se me pusieron los cachetes rosjos y en medio de tanto frio mi cuerpo empezó a calentarse por dentro, entré en pánico y de mi boca salieron mis dos palabras favoritas: "no puedo" la contadora se río a carcajadas y me dijo acariciándome la corona de la cabeza: "claro que si niña, por eso te escogí, como lo escogí a él" con algo de miedo por el llanto que la señora manifestó antes pregunté: "¿Castilla?" Su expresión risueña se tornó sombría y respondió: "sí, mi esposo" fue entonces cuando me di cuenta que la librería le pertenecía a la mujer, había oído el nombre del señor Castilla por todas partes, pero nunca mencionaban a su mujer, el único rumor romántico que había sobre el viejo verde eran sus aventuras por los clubes o prostíbulos. La contadora, después de mi silencio y con un poco de impaciencia me dijo que escriba pronto, me dio dos horas para presentarle buen material. Miré frente a mí la máquina de escribir y se veía tan grande, pero a la vez tan sencilla, y hermosa, con sudor en las manos escribí las ocho primeras palabras: Eran las ocho y veinte de la noche.
Continúe sin parar hasta llegar a este punto, el presente. La contadora está al frente mío y me quedan nada más unos minutos para terminar el trabajo, mi historia se ha vuelto una narración en este punto, estoy aplastando cada botón con gusto, he perdido el miedo a escribir, que amable señora me ha ayudado a cumplir mi sueño, estoy segura de que en mi rostro se dibuja ahora una sonrisa. La señora contadora se ha levantado, esta retirándose del estante, estoy segura de que cuando vuelva me pedirá este borrador, esperare con paciencia y escribiré por ultimo su ingreso. Aquí viene tiene algo en la mano, se ve importante, aunque no lo puedo ver con claridad. Tiene una daga y se acerca con lentitud. "Adiós mi querida niña, gracias por tu libro". Sabía que no saldría, este es mi fin, almenos he cumplido mi sueño, vale la pena morir.

"Me matará...no hay sabor más dulce que morir a manos del amor"
-Sr. Castilla

Libro escrito por:
La niña de los estantes.

Lucy A


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